Un partido entre amigos no puede terminarse abruptamente porque no queda otra. No se puede llegar a ese punto. Eso pasó en el último martes en el Lomas Social cuando la gota que renvalsó el vaso llegó a poco del final tras un encuentro en el que se jugó con demasiada pierna fuerte y muchísimas protestas infundadas. Hay que ser coherente: si se afana un lateral después no vale la queja cuando el otro hace lo mismo (chorear un lateral es de cuarta y discutirlo de más también); si se va fuerte, hay que bancarse después recibir también una marca vehemente; si se hace un foul y encima se protesta, más tarde no cabe cobrar uno y ofuscarse con la queja del contrario. Es decir, no va ese travestismo de hacer algo incorrecto y después señalarlo al de enfrente cuando también hace algo mal.
El que responde con patas cuando otro jugador lo pasa seguido o le pisan la pelota equivoca el camino. Bancársela es no tener que robar un lateral y no discutir 5 minutos si es tuyo o mío, no cobrar cosas que no existen, no pegar como principal forma de defender y no hablar de más cuando el rival cobra algo con argumentos. Está bueno jugar fuerte y a cualquiera se le puede escapar una patada, pero no va eso de buscar a otro desde el primer minuto. Si algún día alguien se lastima por una pierna demás llegará el tiempo de los remordimientos y es preferible evitar llegar a eso. Y el hablar de más no hiere, pero se hace insoportable. Cada uno de los jugadores debería revisar su comportamiento y los aspectos que tiene que cambiar.
Dicho esto damos paso a un somero análisis del encuentro. El preámbulo de esta nota deja de manifiesto que fue un partido malo. Con el paso de los minutos se fue confundiendo jugar firme y fuerte, con pegar, chicanear y protestar. Así el partido se desdibujó cuando podría haber salido bueno.
La figura de la cancha, por rendimiento y perfil bajo, manteniéndose al margen de cualquier disputa, fue Martincito. Corrió mucho, metió, cuidó la pelota, fue peligroso en ataque y atajó una barbaridad. Tuca, compañero suyo en el equipo ganador, también pudo haber sido reconocido como el mejor, ya que marcó bien, manejó con cuidado la pelota y en el ataque tuvo gol. El hecho de no haber atajado, cuando el Enano lo hizo muy bien, fue el punto que definió que uno y no el otro haya sido elegido como el valor más destacado.
Matu Pitré fue otro de los que sumó tres puntos. Fue él quien inició el partido bajo los tres palos y luego de hacerse un gol increíble atajó impresionantemente. Ya en cancha aportó su característico despliegue y manejo, pero no estuvo exento de la característica de partido de repartir y protestar. Su categoría de jugador bien lo pondría hacer prescindir de este perfil; no lo necesita.
Pato volvió a ganar y se mantiene solo al tope de la tabla de posiciones, pero otra vez se llevó un triunfo en el cual hizo un aporte más que discreto. Estático, ayudó un poco en la marca, pero de la mitad de la cancha hacia adelante lo suyo fue prácticamente nulo. Puso ganas, pero no alcanzó; fue el más flojito de los triunfadores.
Quien completó el quinteto que fue vencedor por una holgada cifra de cinco goles fue Pipa, uno de los protagonistas del desagradable desenlace. Luego de haber recibido muchas patadas durante todo el partido reaccionó. Entendible, pero desde esta lugar no se lo va a justificar. Cuando Seba se iba de frente al arco lo cruzó de atrás, mal, aunque no fue un patadón. Ese fue el hecho que precipitó el final. Antes había mostrado un rendimiento con altibajos: estuvo morfón y no escatimó protestas a los gritos, pero marcó y con su habilidad generó peligro en ataque.
El repaso del equipo de los perdedores comienza con el otro protagonista del incidente final, Seba. Tras la falta mencionada demostró que pese a ser un león herbívoro le quedan resabios de sus años mozos y de vez en cuando se quiere comer un buen churrasco. Se enojó mucho con Pipa y conocedor de su temperamento prefirió agarrar su mochila y salir de la cancha y así evitar llevar a mayores una discusión con alguien al que dobla en edad. Al poco rato, ya más calmo, entendió la situación al reconocer que a Pipa le pegaron todo el partido. En cuanto al juego propiamente dicho, mostró su reconocida jerarquía, aunque tal vez le faltó peso en ataque.
Pata colaboró en el que el partido elevase su temperatura; estuvo temperamental en exceso por momentos. Tuvo despliegue, pero falló frente al arco rival, o tal vez padeció lo bien que lo defendieron. Hizo un buen partido y por eso sigue siendo injusto que continúe sin puntos en la tabla de posiciones.
El partido marcó la vuelta de uno de los mayores animadores de estos encuentros, Peluca. El pesado tono del partido nubló el regreso del alguien que llegó de sus vacaciones mimetizado con uno de los ídolos de aquellas tierras, ya que volvió con el mismo peso que el Cazador de Cocodrilos (que en paz descanse). Cuando retome su forma física volverá a marcar diferencias.
Con Seba, Pata y Peluca, el equipo perdedor lo completaron Tito y Leo. El Mariscal de Burzaco tuvo un partido regular, ocupó bastante tiempo el arco, pero lo que más se destacó en él fueron las constantes protestas y pedidos. En un partido con mucha pierna de más y bocas demasiado abiertas, Leo fue el que más aportó de las ambas cosas.
En el final, no puede dejar de resaltarse que casi todos los jugadores reconocieron una vez producido el abrupto final del partido que se cometieron errores y excesos. Así, hay plena confianza en que no se repita un encuentro con las características mencionadas y que, entonces, estas crónicas puedan hablar propiamente del juego y los desempeños de cada uno, que es para lo que se creó este espacio. No hay que jugar como nenas, porque lo que hace lindo estos partidos es las ganas de ganar que todos tienen y como se pone en consecuencia, pero no hay que exacerbar los ánimos y saber frenarse a tiempo.
Johnnie Walter